Tres Eones atrás, El Demiurgo imprimía movimiento al universo a través de sus ideas perfectas, él no es creador. Es el impulsor del universo mismo.
Las ideas concebidas por El Demiurgo también contemplaban la posible
existencia de cosas imperfectas que definió como materia. Él, en su infinita
sabiduría de ser parte de la inteligencia perfecta o entidad divina y que
conoce por derivación consecuencial todo el tiempo de lo ocurrido, más todo el
tiempo de lo que ocurre, más todo el tiempo de lo que ocurrirá se compadeció de
este concepto suyo: materia. Imprimió en ella parte de sus ideas obteniendo en
consecuencia, los objetos universales que conforman nuestra realidad.
De la mano de YHWH logró la creación de la materia. YHWH es el creador. Perfeccionó
esa idea perfecta al hacerla realidad. Logró explicar la separación existente
en el mundo perfecto (alojado en las ideas de El Demiurgo) y el mundo real, que
siendo imperfecto participa como copia de esa perfección. --La existencia imperfecta
de lo perfecto.--
La cumbre de esa creación fue el hombre. El hombre encierra dentro de sí
lo máximo y plenipotenciario de las ideas de El Demiurgo y YHWH: únicas
Deidades Universales Eeónicas.
De la mano de la infinita materia plasmada en el universo palpable, el
hombre y La Tierra, crearon los eónicos
otro tipo de deidades: dioses de inferior jerarquía. Poderosos, pluriformes,
inmortales de tiempo. Creados en principio para cuidar, (y regir con
posterioridad), el tesoro guardado con recelo en el alma y corazón del hombre
hasta que, llegado el momento, se transformara en el concepto originario: La
concepción primaria de El Demiurgo.
Estas deidades, una vez creadas y siendo ellos mismos parte de la
concepción originaria de los eónicos que
presentaban imperfecciones y envidiaron al hombre desde el primer momento... seres
insignificantes, mortales, uniformes, perennes en la materia de la carne. Putrefactos
al morir: imperfectos, y sin embargo, habían sido premiados con el poder máximo
de El Todo.
Así comenzó la era de los hombres.
Desde sus primeros pasos, el hombre contó con el apoyo incondicional de
sus dioses. Doce deidades regían el camino de los mortales. Estos tenían en su
haber aquellos individuos nacidos bajo su influencia cósmica.
Para poder llevar a cabo la
función encomendada, cada una de las deidades creó un sistema
jerárquico descendiente de seres mágicos. En realidad eran ejércitos divinos. La
excusa era evitar “invasiones” de otros dioses en otros universos. El objetivo
real era tener fuerza disuasiva a los fines de evitar la destrucción entre
ellos mismos. También crearon criaturas que influenciarían en decisiones humanas poniendo
a prueba el temple, el coraje y la moral del hombre, demostrándole al consejo eónico
que esa criatura no era merecedora de tan digno tesoro como ellos sí lo eran
Caminaron juntos a los humanos en sus primeros
tiempos. Poco a poco los iluminaron con las concepciones básicas del entorno
terráqueo. Luego, por su cuenta, el hombre conceptualizó los mares y luego los
cielos comprendiendo que su destino era escrito por los puntos titilantes del
oscuro manto superior: el sol y las estrellas.
Oyendo a sus dioses y seducidos por sus consejos, los humanos emplearon
la guerra. Cruentas batallas por ideales efímeros que se perderían con el tiempo.
Dentro de estas batallas algunos hombres se destacaron, destruyendo las criaturas que los dioses habían creado con
ese fin y fueron llamados Héroes como premio, ocupando un lugar en una historia
que fue desechada.
De igual forma, esta casta de seres superiores, imperfectos, en su eterna
envidia al regalo otorgado por la autoridad máxima, decidieron, (cada uno individual
y simultáneamente), intentar obtener el tesoro oculto en el corazón de los
hombres y basados en sus poderes comenzaron a influenciar de manera errónea en él.
Esto no era oculto para YHWH quien todo lo veía. Con El Demiurgo a su lado
procuró observar. Ambos sabían lo que ocurriría, pero cual seres perfectos
llenos de esperanza, ansiaban que esas deidades rectificaran por su cuenta y
desecharan sus pretensiones.
No fue así.
Las deidades menores fueron a la guerra. Una guerra cósmica que superaba
la comprensión del pobre mortal y que influenció negativamente en la propia materia del ser humano. Pasaron
millones de años y el hombre vivió en oscuridad.
Pero no solo hubo guerra entre ellos.
Algunas deidades menores amenazaron el reino absoluto de YHWH y El Demiurgo. Suspirando y mirando
compasivamente El Demiurgo manifestó tristeza
por lo que iba a ocurrir. A los fines de salvaguardar "El Todo" YHWH y El
Demiurgo se fusionaron y siendo este último el redondo perfecto de la idea fue quien se integrara a YHWH quedando éste como El Único y Supremo de todos.
Las deidades menores fueron cayendo asesinadas una a una. El poder infinito de YHWH
traspasaba incluso la comprensión de estos seres que pecaron al querer para
ellos el precioso regalo otorgado a la materia.
Millones de años después hubo de nuevo calma en el universo.
Ahora único y todopoderoso, YHWH reordenaría
El Todo. Conformó su Corte Celestial para comenzar el nuevo ciclo y darle curso
a la era del hombre. Creó para sí Serafines y Querubines quienes estarían más
cerca de Él. A las Dominaciones, Virtudes y Potestades para que vigilaran el
Universo. Las Principalidades y Arcángeles serían, según su ministerio, los
encargados de servirle directamente para cumplir misiones especiales. Por
último, YHWH compasivo y conocedor asignó seres alados a cada uno de la especie
humana. Serían denominados Ángeles de la Guarda o Custodios.
Se materializó en la tierra. Su forma era humana pero con el brillo de un
millón de estrellas. A su derecha iban los Ángeles de la Misericordia. A su
izquierda, los Ángeles de la Paz. Mientras con su mirada baja y frente a Él
estaban los Ángeles del Castigo, con sus manos en la espada sosteniendo sus espadas de fuego esperando la orden.
Más atrás iban los Querubines resguardando la pertenencias e ideas de YHWH, cual edecanes que se encargaban de sus cosas, entre ellas el Árbol
de la Vida.
En himno omnipresente y a cada paso de YHWH se escuchaban a los Serafines
entonar el Trisagión y era oído en cada rincón de La Tierra.
Encontró entonces YHWH al hombre. Sin espíritu, sin vida. Duro como
estatua. Miró a su alrededor buscando otras especies de la materia. El ser -perfecto – imperfecto - que había creado, se retrotrajo hasta el punto
de convertirse en simple imperfección. Pero en el corazón de la hoy estatua de
piedra titilaba casi extinto el regalo dado en el inicio de los tiempos.
Maldijo a las deidades menores destruidas. Su voz resonó en toda la tierra.
Ordenó a los Ángeles del Castigo retornar al cielo. –No hay ser a quien
castigar- Dijo.
Con una mirada penetrante pero compasiva atrajo a los Querubines. Ellos
le entregaron en su mano el Árbol de la Vida. Un Arcángel se apresuró abrir un
hoyo en la tierra. Entonces YHWH colocó las raíces del Árbol en el suelo mortal
ante la mirada atónita de los Querubines, quienes de ahora en adelante tendrían
muy poco que custodiar.
Al tapar las raíces con tierra una explosión de colores subió al cielo.
El Trisagión sonaba aún más poderoso y en cascadas millonarias los colores
contagiaron todo lo materialmente visible: al piso verde, al mar y al cielo
azul. Grises, marrones, rojos… en fin; toda una gama de colores impregnaron el
mundo.
Sin embargo aún permanecían oscuros e inmóviles los primeros humanos. Olvidados
y maltratados por las pretensiones de las deidades destruidas.
Con un basculo en mano YHWH bajó
su luminosidad y se colocó al lado de una de ellas. Una lágrima corrió por su
mejilla. Un Ángel Custodio la tomó y posó el sagrado líquido en el corazón de
aquella estatua negra e inerte.
Todos esperaban excepto YHWH (quien ya sabía lo que ocurriría). Él se fue
a recorrer su creación mientras los demás miembros de la corte se mantenían
inmóviles frente al humano. Súbitamente y para el susto de quienes lo
observaban tosió de manera estruendosa volviendo a su cuerpo el suspiro del
aire y de la vida.
Solo había utilizado una lágrima. Faltaban miles. Se acercó un Arcángel y
le dijo: -Señor, ¿acaso dejarás sin vida al resto de los humanos?- YHWH
contestó: -Hay que empezar todo de nuevo-. Sin esperar mucho tiempo tomó su
basculo y golpeó con su extremo el suelo. Tronó el cielo y su bóveda se abrió
para dejar salir millones de rayos o centellas que golpearon individualmente a
cada uno de los seres inmóviles y una onda explosiva - sonora circunferencial-
partió desde Él, transformando todas las estatuas oscuras en cenizas que fueron
a parar a las orillas de los mares.
Comenzó la tarea de la corte. Cada uno empeñaba su función. YHWH se
acercó al mortal y le dijo: -Eres el primero. Yo Soy el que Soy-. El hombre le
sonreía mientras Él le posaba su mano en el costillar…
Lo demás es historia.
Kennet Koesling Durán
Febrero 2007-
Diciembre 2008.